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Rogelio Aviña Martinez. Algunos derechos reservados por Alterenfoques |
Como confirman diversos autores, el patrimonio es, antes que nada, un objeto social.
David Lowenthal lo enuncia así: “a priori, el
patrimonio no existe: es una construcción social” (1998, p. 110). En efecto, el patrimonio
es observado como un objeto social y polí-
ticamente construido a partir de “una puesta
en escena” de la “herencia” por parte de los
poderes públicos, principalmente. En este
sentido, la configuración de un patrimonio
colectivo, material o inmaterial, es de suma
importancia para los dirigentes políticos y
gestores urbanos en la configuración de una
cierta coherencia territorial: una lectura de los
barrios y de la población que se traduzca en
una identidad común.
En este sentido, el interés que el patrimonio ha despertado en el seno de los actores urbanos está, sin duda, motivado por
la importancia que en la actualidad reviste la
noción de patrimonio en las esferas mundiales, sobre todo en las instituciones internacionales que enuncian las normas y las “buenas
prácticas” que adoptar en lo local en nombre
de la conservación del patrimonio. [sigue]
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