Un tribunal presidido por un mono (será una casualidad que en
las antiguas fábulas griegas de Esopo el mono presidía también los
juicios?) quiere impartir justicia a dos gatos que se disputan una bola
de queso. Tanto ardor por una justicia absoluta o la simple astucia
del mono-juez hace que el juicio no valga nada. Es una parodia. Una
burla.
Quien gana es el propio juez en desmedro de los justiciables.
Muchas veces sucede lo mismo en los tribunales de justicia
humanos. Olvidamos que el fin teleológico del proceso es resolver un
conflicto con justicia y con el derecho en mano. Si no es así todas las
partes involucradas pierden como los gatos en la disputa. Nadie gana.
La justicia y la razón se opacan. El prestigio del juez y del juicio se
desmoronan y todo se vuelve una trágica farsa. [sigue]
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